A menudo, cuando se habla de psicología del deporte, la atención se centra de forma natural en el atleta o en el entrenador. Sin embargo, un elemento crucial, aunque a veces subestimado, actúa como la verdadera fuerza motriz detrás de cada joven deportista: el apoyo parental. Las relaciones entre padres y atletas se consideran un aspecto central, esencial para el bienestar óptimo y para la experiencia deportiva completa de los jóvenes. De hecho, los padres son reconocidos como los principales agentes sociales que moldean la participación y las primeras experiencias deportivas de sus hijos durante la infancia y la adolescencia.

Los padres apoyan a los jóvenes atletas introduciéndolos en el deporte, invirtiendo tiempo y recursos para permitir su participación y proporcionando ese apoyo emocional indispensable durante y después de las competiciones. Ofrecer dicho apoyo puede influir positivamente en la motivación, el disfrute y, en consecuencia, en la participación continuada en el deporte. No obstante, la simple presencia no es suficiente; se ha sugerido ampliamente que no es la cantidad de la implicación lo fundamental, sino más bien su calidad.

Una construcción clave que ayuda a comprender la eficacia de este apoyo es la reactividad (responsiveness), es decir, la capacidad de los miembros de una relación para atender y respaldar las necesidades y objetivos mutuos. Esta se articula en tres componentes esenciales: la comprensión profunda del ser del atleta – sus deseos, sus necesidades e incluso sus debilidades; la validación, que se traduce en respetar y valorar la visión que el atleta tiene de sí mismo; y finalmente el cuidado, es decir, la expresión de afecto, calidez y preocupación sincera por el bienestar del hijo. Cuando el atleta percibe el apoyo como reactivo, este contribuye no solo a su bienestar, sino también al del progenitor, asociándose a mejores resultados motivacionales, autoestima y a la capacidad de “florecer” (thriving) en el deporte.

Los estilos parentales, que reflejan las actitudes y valores globales, crean el clima emocional general en el que se desarrollan las relaciones entre padres y atletas. En este contexto, un estilo centrado en el apoyo a la autonomía es crucial, ya que promueve resultados motivacionales positivos y es la base de la teoría de la autodeterminación. Los padres que apoyan la autonomía fomentan la participación activa y la resolución independiente de problemas por parte de sus hijos, demostrando la capacidad de comprender y respaldar las perspectivas de los adolescentes, favoreciendo así la motivación intrínseca. El estilo autoritativo (exigente, pero al mismo tiempo reactivo) ha demostrado estar positivamente correlacionado con mejores resultados psicológicos, en clara contraposición al estilo autoritario. El apoyo a la autonomía por parte de los padres es fundamental para la satisfacción de las tres necesidades psicológicas básicas del atleta: percibir los comportamientos como auto-gobernados (autonomía), percibir el dominio de las habilidades (competencia) y percibir un sentido de pertenencia (relacionalidad). Satisfacer estas necesidades influye en el desarrollo y el bienestar general.

De manera similar, los padres pueden iniciar un clima motivacional que influye en sus hijos. Un clima orientado a la tarea es aquel que pone énfasis en la mejora personal, el esfuerzo, la diversión y que considera los errores como valiosas experiencias de aprendizaje. Este enfoque predice positivamente la motivación intrínseca y resultados positivos, mientras que un clima orientado al ego, que valora excesivamente la victoria y la comparación social, a menudo resulta perjudicial.

Sin embargo, no hay que ignorar los riesgos. La influencia parental, si se gestiona mal, puede convertirse en una fuente de estrés. Comportamientos que enfatizan excesivamente la victoria, que mantienen expectativas poco realistas o que critican duramente las actuaciones, pueden desencadenar sentimientos de presión y ansiedad en el joven atleta. La presión parental y los comportamientos directivos negativos están fuertemente ligados a una motivación de tipo controlado, correlacionada con resultados motivacionales adversos como un menor disfrute del deporte y una baja autoestima. Es interesante notar cómo los estudios han revelado a menudo que los atletas masculinos tienden a percibir una mayor presión parental en comparación con las atletas femeninas.

Por otro lado, los padres también experimentan un estrés único relacionado con el deporte juvenil, como la presión del tiempo, la gestión del equilibrio deporte-educación y las preocupaciones por las lesiones. La intensidad de este estrés está influenciada por la fase de participación deportiva del hijo: los padres de atletas en las fases de especialización o inversión, por ejemplo, reportan niveles de estrés superiores en comparación con aquellos en las fases iniciales. Además, se ha observado que el estrés parental está asociado positivamente con la adopción de comportamientos directivos y el aumento de la presión.

Las relaciones entre padres y atletas se ven como relaciones diádicas interdependientes, cuyo funcionamiento se comprende bien a través de la lente de la teoría del apego. Un apego seguro con el progenitor proporciona dos funciones cruciales en el deporte: una base segura, desde donde los padres apoyan la exploración y la autonomía del hijo, animándolo a aprovechar oportunidades de desarrollo positivas (como ser seleccionado para una competición importante); y un refugio seguro, donde los padres están disponibles y son reactivos para ofrecer consuelo y tranquilidad cuando el atleta se enfrenta a dificultades, fracasos o estrés. Un apego seguro, en conclusión, promueve las necesidades psicológicas de competencia, autonomía y relacionalidad, y tiene un efecto directo y positivo en la autoestima del atleta.

Para optimizar las experiencias deportivas y el desarrollo psicosocial de los jóvenes, las organizaciones deportivas deberían incluir activamente a los padres, proporcionándoles las herramientas para adoptar estrategias de crianza basadas en la reactividad, el apoyo a la autonomía y la creación de un clima orientado a la tarea.

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